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EDITORIAL

Solbes o las cuentas del Gran Capitán

El Gobierno prevé que en 2006 la economía nacional entre en déficit. Un 0,4% dicen, pero que podría ser mucho más si el idílico panorama que Solbes ha pintado para 2006 resulta no ser tal

Las alegrías presupuestarias de los socialistas cuando se encuentran en el poder no han traído a la economía española más que dolores de cabeza y agudas recesiones como la que inauguró la década de los noventa. La receta consiste, esencialmente, en abrir la espita del gasto público mientras queda algo de dinero en el bolsillo de los ciudadanos para emborrachar de inversiones y subsidios al conjunto de la economía. Durante los dos o tres primeros años, al calor del gasto estatal desmesurado, la economía vive en una falsa sensación de prosperidad que más tarde pasa una abultada factura. Es el keynesianismo clásico que tantos quebrantos ha ocasionado a la economía mundial desde que su mentor, el mediocre John Maynard Keynes, convenciese tras la Guerra Mundial a los políticos europeos de las bondades de la intervención estatal en la economía.
 
La socialdemocracia europea insiste, a pesar de todo y sesenta años después, en seguir abrazando un paradigma caduco pero que le reporta magníficos eslóganes y una nutrida clientela de subsidiados. Este comportamiento es, además, la prueba definitiva de que los socialistas del continente continúan embebidos en su soberbia ignorando por completo como funciona realmente la economía. Zapatero y su flamante vicepresidente económico no son la excepción sino un modélico ejemplo. El PSOE sigue siendo un partido muy corto de entendederas en cuestiones económicas y las soflamas que Zapatero lanzó durante la campaña electoral asegurando que no subiría los impuestos o que no aumentaría el gasto público, no eran más que guiños a una galería que tenía en muy alta consideración las tibias reformas liberales adoptadas en la era Aznar. Los presupuestos del año próximo responden a este patrón. Están construidos sobre la buena voluntad y la confianza en que la coyuntura favorable se mantendrá sine die y tienen como ejes principales el aumento del gasto público y el endurecimiento de la presión fiscal.
 
Solbes ha presentado un proyecto de presupuestos en el que, por ejemplo, se ha tomado como precio de referencia para el petróleo los 55 dólares/barril cuando esta semana el Brent se cotizaba en Londres a 65 dólares. El peso del petróleo en nuestra economía es fundamental y, por añadidura, todo el que consumimos es importado. ¿Se cree de verdad Solbes lo que ha pergeñado o es que el único modo en el que cuadraban las cuentas era quitándole 10 dólares a cada barril? Probablemente lo segundo porque las cuentas no cuadran ni tomando falsas referencias. El Gobierno prevé que en 2006 la economía nacional entre en déficit. Un 0,4% dicen, pero que podría ser mucho más si el idílico panorama que Solbes ha pintado para 2006 resulta no ser tal. Junto a esto, el ministerio de Economía ha previsto –y en esto seguro que se queda corto- un aumento del gasto del 7,6%, porcentaje mayor incluso que la previsión nominal de crecimiento del PIB. Para costear el derroche una subida de impuestos encubierta a través del socorrido método de los gravámenes indirectos. El tabaco y el alcohol acaban de subir y nada invita a pensar que estos impuestos especiales se queden así por mucho tiempo. Las tasas, por su parte, han crecido un 2% lo que sacara a los ciudadanos unos 60 millones de euros que, hasta hoy, estaban cómodamente instalados en sus bolsillos.
 
En cuanto a la inversión, es curioso ver como, hasta en esto, el tripartito manda y Zapatero obedece. Solbes se ha comprometido a aumentar la inversión en Cataluña hasta el 18%, simbólico porcentaje demandado por Carod y Maragall en función de lo que Cataluña aporta al conjunto del PIB nacional. Si este es el nuevo modelo de asignación regional de inversiones nos encontraríamos con que el Estado habrá de invertir el 17,5% en la Comunidad de Madrid, el 9,7% en Valencia... y el 1,7% en Extremadura. Rodríguez Ibarra, tan preocupado por mantener a buen recaudo su inmenso coto de votos cautivos, no creemos que lo viese con buenos ojos. Este es, sin embargo, el corolario lógico de la solidaridad interregional a la socialista. Si Cataluña ve como retorna en concepto de inversiones el mismo porcentaje que aporta al Producto Interior Bruto, nada impedirá a madrileños o valencianos hacer lo propio y exigir su cuota de “justicia” presupuestaria.

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